domingo, 26 de junio de 2011

El Encuentro de dos Caribes

Por Bernardo Ramírez del Valle
Centro de Pensamiento Regional del Caribe Colombiano


1. Introducción

La idea de dos Caribes colombianos, diversos, distintos y distantes, a pesar de encontrarse físicamente integrados a un mismo litoral sin solución de continuidad y bañados por un único mar, sólo halla explicación en las centenarias pretensiones de las élites coloniales y republicanas, cartageneras y antioqueñas, de ignorar por conveniencia cualquier atisbo de territorialidad unitaria entre estos dos litorales, que tuvieron un origen común, cepas  lingüísticas comunes (chocó – chibcha) y fuertes lazos de intercambios comerciales y sociales, que devienen del animado comercio maderero, agrícola y minero que por el rio Atrato fluyó desde la época colonial entre las selvas chocoanas y el puerto de Cartagena. Estamos hablando del “Caribe costeño” y del “Caribe urabaense” o antioqueño y chocoano.

En efecto, durante el siglo XIX, y hasta mediados del siglo XX, las élites cartageneras y samarias, secundadas por las élites bogotanas, inculcaron la idea epicentrista de una “costa atlántica” conformada solamente por el territorio de los siete departamentos continentales (incluso, se ignoraba al archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina como territorio insular de la región, considerado apéndice territorial de Bolívar), por lo que en nuestro imaginario colectivo esta zona del país sólo llegaba hasta el actual municipio de Los Córdobas, en el departamento de Córdoba, que limita con el municipio litoral de Arboletes, departamento de Antioquia. Ahí se acababa “la costa” y comenzaba “el interior”. Respecto de Urabá, sólo se mencionaba como “una tierra lejana”, bárbara, semisalvaje, productora de tagua y otras maderas preciosas, coco e ipecacuana.

La afirmación de esta visión fragmentada, fragmentaria y reduccionista del Caribe colombiano ha estado determinada por diversos factores geográficos y socioeconómicos, concebidos como divisorios de estos dos litorales. El más importante es la Serranía de Abibe, que nace en el Nudo de Paramillo, a 4.000 metros de altura sobre el nivel de mar, entre el alto río Sucio y la profunda garganta del río Cauca. A diferencia de las serranías de San Jerónimo y Ayapel, que nacen también en el Nudo de Paramillo y corren paralelas de sur a norte, la del Abibe corre de Este a Oeste, descendiendo progresivamente hasta bifurcarse a unos 50 kilómetros de la línea costera dando origen a dos estribaciones serranas de poca altura: la de Las Palomas y la del Águila. La primera se disuelve cerca de la población de Arboletes, marcando el límite entre los departamentos de Antioquia y Córdoba; la segunda termina en Punta Caribana donde nace el golfo, cerca de la población de Necoclí, alcanzando alturas de 155 metros sobre el nivel del mar, como Cerro Águila, que queda cerca de la población de Turbo.

Como dijimos, estas hermosas estribaciones serranas, constituyen una especie de muro natural que separa el litoral costeño del litoral urabaense, y fija el límite territorial entre los departamentos de Córdoba y Antioquia.

Otro accidente geográfico “divisorio” lo constituye el laberinto de camellones costeros y de pantanos de agua salobre que rodean las  estribaciones finales de la Serranía del Abibe, al oeste del río Mulatos y al norte de Punta Urabá, entre los municipios de San Juan de Urabá y Necoclí.

Entre los factores socioeconómicos encontramos la precaria red viaria que dificulta la comunicación del litoral urabaense con el litoral central y norteño de la región Caribe. Sólo hasta finales del siglo XX se dio inicio a la pavimentación del tramo Necoclí-Arboletes de la Vía al Mar, que conecta el golfo con el resto de la región a través de la Transversal del Caribe por Montería. A la fecha aún faltan por pavimentar 39 kilómetros en el tramo Necoclí-Mulatos, y 5 kilómetros en el tramo Necoclí-Turbo.

Otra vía clave es la que podríamos denominar “Transversal del Abibe” (actualmente concebida como vía secundaria), que atraviesa el Nudo de Paramillo en dirección noreste/suroeste comunicando la población de Valencia (Córdoba) con los municipios antioqueños de San Pedro de Urabá y Turbo (El Tres), lo que permite interconectar la Vía al Mar con la Transversal del Caribe y la Troncal de Occidente[1].

El escaso poblamiento de la zona inter costera entre el golfo de Morrosquillo y el de Urabá; el celo de los antioqueños por su “salida al mar” y la prevención de los industriales y comerciantes cartageneros por el potencial desarrollo portuario de Turbo y la zona costanera urabaense, también han sido factores que han alimentado la idea de dos litorales caribeños.

Pero de todos los factores señalados, la carencia de una verdadera red troncal carretera que en pocas horas interconecte a Montería con el golfo de Urabá, ha sido un factor determinante en el distanciamiento del Caribe “costeño” con el Caribe antioqueño y chocoano. Situación similar sucedió con el litoral guajiro, que hasta los años setenta del siglo XX estuvo vialmente incomunicado con el resto de la región, “separado” de ella por las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta. Sólo comenzó a incorporarse cuando se construyó la Transversal del Caribe, a comienzos de los años setenta del siglo XX, que comunicó a Montería, Sincelejo, Cartagena, Barranquilla y Santa Marta, con Riohacha y Maicao por toda la línea costera continental[2].

A pesar de su cercanía a Panamá y de estar a 383 kilómetros de Medellín por la Vía al Mar (desde Necoclí), Urabá es una región relativamente aislada y marginada del desarrollo nacional, por la inexistencia de un adecuado sistema viario multimodal que ponga su producción en pocas horas en los más importantes centros de consumo. Para empezar, se encuentra totalmente incomunicada con Panamá por el Tapón del Darién. Las cabeceras de Acandí y Ungía en el Urabá chocoano se encuentran aisladas del resto del departamento y sólo salen a la civilización por vía acuática (mar y rio). Por su parte, a los municipios del Urabá antioqueño les cuesta trabajo comunicarse con Medellín por la Vía al Mar ante lo difícil que resulta su topografía. A pesar de su audaz diseño, la carretera al Mar siempre ha representado un peligro para el transporte de pasajeros y carga, por la accidentada geografía que recorre (dos cordilleras) y la inestabilidad de los taludes montañosos. El reciente derrumbe de Cañasgordas (en el trayecto hacia Santafé de Antioquia), donde perdieron la vida más de 30 personas, es sólo un episodio de una cadena de tragedias viales que ha afectado esta región. La misma Vía al Mar, en su conexión al norte con el resto del litoral Caribe, debe ser terminada y algunos de sus tramos rectificados para garantizar el flujo normal del comercio intra e inter regional. La posible construcción del puerto de Tribugá, en la costa pacífica chocoana y la construcción de una autopista entre Medellín y ese eventual terminal de aguas profundas, marchitarían definitivamente las esperanzas de los urabaenses de que esa infraestructura portuaria se construya en su litoral costero.           

Por eso, la construcción de la Autopista de las Américas cuya licitación se encuentra adjudicada debe ser mirada de parte y parte como una gran oportunidad de integración viaria de todo el litoral Caribe, que permitirá interconectar a Colombia con Venezuela y Panamá. Si esta vía se construye sin contratiempos, hacia el año 2016 el litoral urabaense quedará a siete horas de Barranquilla, con lo que se le habrá integrado social, económica y culturalmente al resto del Caribe colombiano y a todo el país, sin que la división geopolítica por departamentos constituya un inconveniente. Para entonces, podremos hablar de un solo Caribe colombiano, ya no conformado por ocho departamentos, sino por diez.

Un solo litoral

Geográficamente, el litoral Caribe colombiano constituye un territorio costero sin solución de continuidad de 1.600 kilómetros lineales, que se extiende desde el cabo Tiburón (en la frontera con Panamá), hasta Castilletes (en la frontera con Venezuela). Es un bello litoral de playas de fina arena blanca, palmeras y aguas tibias y transparentes,  que   contornean  el continente formando numerosas bahías, golfos, cabos, ensenadas, arrecifes,  acantilados y penínsulas. En su zona costanera e insular se ubican cinco de  ocho capitales de departamentos que conforman la región (Cartagena, Barranquilla, Santa Marta, Riohacha y San Andrés Islas) y un poco más alejada de ella, el resto de las capitales (Montería, Sincelejo y Valledupar), que sumadas concentran más del 60% de la población total caribeña.

No obstante, como se dijo, los encontrados intereses políticos y económicos cartageneros y antioqueños han jugado un papel determinante a la hora de definir históricamente los imaginarios geográficos de la población caribeña. Es evidente que la carencia de vías y la separación física que produce el cordón montañoso de la Serranía del Abibe de los litorales cordobés y antioqueño impidieron formar una visión integradora de la región Caribe, circunscribiéndola sólo al territorio comprendido entre Montería y Santa Marta. La construcción de la Autopista de Las Américas, que integrará completamente todo el litoral, impone la necesidad de edificar una nueva visión del Caribe colombiano más incluyente e inclusiva, sin los prejuicios del pasado basados en distinciones regionalistas entre “costeños”, “paisas” y “chocoanos”; y una visión complementadora e integradora del desarrollo regional.

El Caribe urabaense

El Caribe urabaense (o Caribe antioqueño y chocoano) comprende una extensa zona al sur del litoral caribeño, y su correspondiente tierra adentro,  de aproximadamente 11.664 kilómetros cuadrados, que se extiende de norte a sur desde Punta Caribana, en el municipio litoral de Arboletes (Antioquia), hasta cabo Tiburón, en el municipio de Acandí (Chocó), que parte límites con Panamá.

El Golfo de Urabá[3] es la parte más austral del Caribe colombiano. Constituye una profunda escotadura de 77 kilómetros de longitud en sentido Norte/Sur, por unos 25 kilómetros de ancho en su parte superior o  base roma (Punta Caribana-Cabo Tiburón). La zona más sur del golfo, conocida como la Culata o Bahía de Colombia, se encuentra separada del resto de este gran brazo marino de poco fondo por el delta del rio Atrato, que queda frente a Turbo, adoptando la figura de una pata de pájaro en su margen occidental (Parsons, 1967. pp. 1-22). En esa parte el golfo tiene menos de veinte kilómetros de ancho[4].
                                     
Esta extensa lengua de mar, que penetra al continente suramericano justo en el quiebre que forma con el istmo de Panamá, presentan toda suerte de accidentes geográficos, especialmente bahías (Sapzurro, Capurganá, Américo y Sardi), cabos (Tiburón y Pinololo); puntas (Aguacate y del Águila); playas (Capurganá, La Playona y Arboletes), y los  deltas de los rios Atrato y León. Además, hacia el noreste, se encuentra ubicado el puerto de Turbo, desde donde se exporta la producción bananera hacia los mercados internacionales.

Visto dentro de un conjunto geográfico mucho más amplio, el territorio adyacente al golfo de Urabá conforma una amplia llanura[5] cercada y atrapada por un corralito montañoso conformado al oriente por la Cordillera Occidental; al norte por la Serranía del Abibe, que se desprende de la primera en el Nudo de Paramillo formando un ángulo de 45º, hasta llegar al mar; y por el occidente con las serranías del Baudó y del Darién.

La Serranía del Baudó es considerada como un desprendimiento de la Cordillera Occidental que nace hacia el sur cerca del rio San Juan, corriendo paralela a ésta, separada por el rio Atrato, en cuyo valle se encuentran los municipios chocoanos de Bojayá (Bellavista), Medio Atrato, Murindó, Vigía del Fuerte y Quibdó, terminando cerca al Golfo de San Miguel, en Panamá, donde recibe el nombre de Serranía del Sapo. Allí se une a la Serranía del Darién, que nace a orillas del océano Pacífico y corre en dirección noreste, alcanzando alturas de entre 550 metros (Altos de Aspavé) y 1.910 metros (cerro Tacarcuña). Más adelante se encuentran el alto Pauna y los cerros Tanela, Puno y Gandi, completando un semicírculo llega hasta el cerro Anachucona (l.340m) en territorio panameño, y de este desciende formando pequeñas colinas hasta terminar en el cabo Tiburón.

Desde el punto de vista geopolítico, el territorio del Golfo de Urabá se encuentra repartido entre los departamentos de Antioquia (desde 1905) y Chocó (a partir el año de 1947, fecha de creación de este departamento). El Urabá chocoano, ubicado al occidente del golfo, se encuentra a su vez repartido en dos municipios: Acandí (que parte límites con Panamá) y Ungía. Estos municipios se encuentran totalmente aislados de Quibdó por vía carretera y sólo tienen comunicación con el departamento a través del rio Atrato y con el resto de la subregión por vía marítima y fluvial. También existe comunicación aérea a través de un pequeño aeropuerto en Capurganá (bahía de Sapzurro). Tal es el grado de aislamiento y marginalidad socioeconómica del Urabá chocoano, que en el caso de Acadí, todos sus intercambios comerciales se dan con Cartagena, a través de pequeñas embarcaciones de madera de navegación costanera. Ungía lo hace con Turbo por vía marítima y con otras poblaciones chocoanas ubicadas sobre el rio Atrato.

En cambio, el Urabá antioqueño, conformado por los municipios de Arboletes, San Juan de Urabá, Necoclí, Turbo, Apartadó, Carepa, Chigorodó y Mutatá (en dirección noroeste/sureste) y San Pedro de Urabá (noroeste) se encuentra intercomunicado por la Vía al Mar, una red primaria transversal que los comunica hacia el oriente con el valle de Aburrá y Medellín, y hacia el norte con Montería y demás capitales de la región Caribe colombiana.

Desde el punto de vista económico, el Urabá antioqueño se divide en tres zonas. La zona sur, conformada por el municipio de Mutatá, en la que prevalecen las actividades agrícolas y de pesca. En la zona predomina un tipo un clima subandino variable y se encuentra el cañón del río Sucio.

La zona central es la más próspera en materia económica por el cultivo de banano. Su epicentro son los municipios de Turbo y Apartadó. Se caracteriza por un clima predominantemente húmedo, desarrollada sobre los abanicos formados por los principales ríos que nacen en la Serranía de Abibe y sobre la llanura aluvial del río León.

Y la zona norte, que se extiende de Turbo hasta Arboletes, que vive esencialmente del turismo y la pesca. Su clima es predominantemente seco en las estribaciones de la Serranía de Abibe y en la llanura costera y valles intramontanos de los ríos San Juan y Mulatos.

Turbo constituye el más importante puerto del golfo, ubicado en la bahía del mismo nombre, la cual se encuentra protegida por la lengua arenosa de Punta de Vacas, que provee protección para pequeñas embarcaciones arrimadas en su parte norte durante los meses secos.

Es un puerto de cabotaje que permite el arribo de medianas embarcaciones desde donde se transporta la producción bananera a sus destinos internacionales. En toda la zona, y hasta Cartagena, no existen puertos de aguas profundas.

De Turbo hacia el sur, en una extensión de 180 kilómetros comprendida entre la línea costera del Golfo de Urabá, el río León y la Serranía de Abibe, hay un plano de piedemonte aluvial de suelos bien drenados y de limos profundos, cuya anchura varía de 5 a 8 kilómetros, donde predomina el cultivo de banano. Este producto es transportado en barcazas hasta barcos de mediana capacidad que fondean en la bahía unos 2 km adentro de la desembocadura del río[6].

Maíz, arroz, cacao y coco son otros productos que se cultivan en esta subregión, no obstante las dificultades que presenta la agricultura por los altos niveles pluviométricos que registra la zona (Chocó biogeográfico), los más altos de todo el continente americano.

Antes que Santa Marta y Cartagena, Urabá

El poblamiento hispánico del Caribe colombiano, y del continente suramericano, no comenzó por Santa Marta y Cartagena, sino por el Urabá antioqueño y chocoano. En este territorio, a orillas del mar, cerca a la actual población de Necoclí (Antioquia), el conquistador español Alonso de Ojeda construyó en 1509 el primer fuerte español que hizo llamar San Sebastián de Urabá. Meses después, el 2 de noviembre de 1510, el Gobernador Martín Fernández de Enciso ordenaría construir, más hacia el suroccidente, la primera población de blancos en nuestro continente: Santa María la Antigua del Darién, la cual se constituyó en capital de la Gobernación de Nueva Andalucía, que fue la primera jurisdicción estatal española de tierra firme en Suramérica. Si bien ambas poblaciones tuvieron una vida efímera, pues fueron abandonadas por los españoles ante la feroz resistencia indígena, constituyen un hito que marcó el comienzo de la azarosa historia de la región Caribe colombiana.     

El descubrimiento del territorio urabaense por Alonso de Ojeda, fue posible luego de su fracaso frente a los feroces indígenas kalamaríes, que ocupaban el territorio donde posteriormente Pedro de Heredia fundaría a Cartagena[7].
 
San Sebastián de Urabá

Ese mismo año, Diego de Nicuesa, acaudalado negociante residenciado en Santo Domingo, capituló la conquista de Veragua, cuya gobernación comprendía desde la desembocadura del río Atrato, límite de la gobernación de Nueva Andalucía, y la mayor parte del territorio panameño y centroamericano. Ojeda inició el reconocimiento de su territorio por el Cabo de la Vela en La Guajira y, navegando hacia el sur, llega a una bahía donde tiene asiento la comunidad indígena de Kalamarí.

Tomado el pueblo y ante la imposibilidad de doblegar la resistencia indígena,  prosigue su viaje hacia el sur y llega a la bahía de Urabá, donde en marzo de 1509 construye el fuerte militar de San Sebastián de Urabá, en el oriente del golfo del mismo nombre, constituyéndose en el primer asentamiento de blancos en el actual territorio colombiano[8]. El sitio escogido por Ojeda para construir el fuerte era habitado por belicosos pueblos indígenas Emberos, Katíos y Chamíes, de la familia Zenú-chibcha. La forma agresiva y violenta como las huestes de este conquistador arremetieron contra las aldeas indígenas para arrebatarles el oro y robarles sus cosechas, originó una respuesta igualmente violenta de los nativos, que causó muchas bajas entre los peninsulares. Además, los indígenas optaron como táctica retirarse hacia el bosque y quemar sus cosechas para disminuir la provisión de alimentos y generar hambre y desesperación entre los invasores; táctica que les funcionó, pues las huestes conquistadoras, ante tal situación, se le insubordinan a Ojeda y lo obligan a abandonar el poblado embarcándolo en un navío hacia Santo Domingo, donde poco después muere. 

Al frente de estos territorios urabaenses quedó el bachiller Martin Fernández de Enciso, amigo y socio de Ojeda, quien había sido designado por éste como Alcalde Mayor de su Gobernación de Nueva Andalucía. Desde Santo Domingo, donde se encontraba al momento de la muerte de Ojeda, Enciso ordena y obliga a Francisco Pizarro, uno de sus capitanes y futuro conquistador del Perú, retornar a San Sebastián de Urabá y permanecer en esa población durante cincuenta días, mientras regresaba a Kalamarí. Pizarro encuentra un pueblo desolado y asediado por los indígenas. Pasados los cincuenta días, y ante el naufragio de una de sus naves, Pizarro regresa a Kalamarí y comienza a movilizarse para regresar a La Española, cuando justamente llegó la embarcación de Fernández de Enciso. Este, en compañía de Pizarro y Vasco Núñez de Balboa, a quien descubrió escondido en su nave huyendo de Santo Domingo acosado por las deudas, decidió regresar a San Sebastián de Urabá, encontrándola totalmente abandonada. Núñez de Balboa, quien desde 1501 conocía estos territorios pues los había recorrido como miembro de la tripulación de Bastidas, recomendó a Enciso que era mejor trasladar la población a la región del Darién, sobre la ribera de una de las bocas del río Atrato, donde la tierra era más fértil y habitaban indígenas menos belicosos, lo cual hace éste en el mes de noviembre de 1510.

Santa María la Antigua del Darién

Esta población, fundada por Enciso, constituye la primera ciudad española en territorio continental colombiano. La conquista de este territorio tampoco fue nada fácil. En efecto, al llegar al Darién, Enciso encuentra una feroz resistencia del cacique Cémaco, que esperaba a los intrusos con quinientos combatientes. Dice Friede, que los españoles, asustados por la gran cantidad  de combatientes indígenas, ofrecieron sus votos ante la Virgen de la Antigua, venerada en Sevilla, y le prometieron que si resultaban victoriosos en la batalla darían su nombre a la nueva población[1].

La batalla fue muy disputada para ambos bandos, pero el superior poder de fuego de los españoles hizo que éstos salieran victoriosos. Cémaco y sus combatientes abandonaron el pueblo y se internaron en la selva dejando a los españoles un gran botín de oro. Sobre esta población indígena Enciso decide fundar a Santa María la Antigua del Darién. Según Velandia, esta población fue la primera ciudad española en tierra firme ante la efímera existencia de San Sebastián de Urabá. “(…) En ella se concentró numerosa población española: médicos, licenciados, letrados, curas, frailes, artesanos, labradores”[9]. De hecho, Santa María la Antigua del Darién quedó convertida en capital de la Gobernación de Nueva Andalucía, con escudo de armas, una población de más de 2.000 españoles, hospital, dos iglesias y un convento[10].

No obstante, al poco tiempo de fundada, comienzan una serie de desavenencias entre Enciso y Balboa. Éste había adquirido popularidad entre sus compañeros gracias a su carisma y a su conocimiento del territorio. Enciso, en cambio, caía mal entre la tropa que no le perdonaba que los hubiera enviado a San Sebastián de Urabá cuando ya el fuerte estaba prácticamente destruido. Finalmente Balboa se le insubordina a Enciso, y con el apoyo del “común”, termina expulsándolo y haciéndose elegir como primer Alcalde de la población. Por este episodio, se considera a este conquistador como el primer alcalde elegido popularmente en América[11]. La popularidad de este carismático y revolucionario conquistador “americanizado” le alcanzó también para expulsar a Nicuesa de su Gobernación de Veragua y embarcarlo para Santo Domingo, cuando éste protestó contra la nueva fundación al considerar que estaba en sus territorios. Cuando Nicuesa intentaba regresar de Santo Domingo para asumir de nuevo su gobernación, muere ahogado en la travesía.

Se considera que el éxito de Balboa estuvo en su buen el trato con la gente, especialmente con los indígenas, a quienes les daba de comer cuando no tenían. Eso le permitió hacerse amigo de varios caciques indígenas que le enseñaron la existencia de la “otra mar”, hacia el sur, llegando a descubrir el Océano Pacífico el 25 septiembre de 1513[12]. Igualmente le permitió sacar adelante su nueva población, la cual fue descrita en un informe anónimo como un pueblo “bien aderezado, mas de doscientos bohíos hechos, la gente alegre y contenta, cada fiesta juegan cañas… Tenían muy bien sembrados toda la tierra de maíz y yuca, puercos hartos para comer, todos los caciques en paz…”[13]

Urabá: una conquista frustrada

Si bien la región de Urabá se perfilaba como la “cabeza de playa” del proceso conquistador español hacia Suramérica, al constituir la sede de la primera gobernación española en este territorio, varios hechos contribuyeron a hacer fracasar el prospecto.

En efecto, el descubrimiento del “mar del sur” no le alcanzó a Balboa para ganar el título de gobernador de Nueva Andalucía, que había quedado vacante luego de la muerte de Ojeda y de Enciso. Tampoco pudo obtener la titularidad de la Gobernación de Veragua, que igualmente había quedaba acéfala con la muerte de Nicuesa. Por lo contrario, ante la importancia que había adquirido el territorio panameño como supuesto corredor entre el Océano Atlántico y el Pacífico para comercializar con el Lejano Oriente, España decide crear en 1513 una nueva Gobernación en los territorios que pertenecían a Nicuesa, que llamó Castilla de Oro capitulando con Pedro Arias Dávila (Predrarias), distinguido miembro de la nobleza española, el gobierno de estas tierras. Pedrarias  llegó a América el 29 de junio de 1514 y de inmediato, enterado del peligroso liderazgo de Balboa, comenzó a intrigar para lograr de La Corona española su enjuiciamiento, por las insubordinaciones contra Enciso y Nicuesa, hasta lograr su sentencia a muerte que él mismo ordena y ve ejecutar en el mes de enero de 1519, en la población de Acla. Logrado su objetivo, decidió trasladar la población de Santa María la Antigua del Darién inicialmente a un sitio más hacia el norte, dándole el nombre de Acla. Posteriormente Pedrarias abandona esta población y funda sobre el litoral pacífico del Darién la ciudad de Panamá, el 15 de agosto de 1519. Para 1524 Santa María la Antigua del Darién había quedado totalmente abandonada, hasta desaparecer.

Con la desaparición de Santa María, el territorio comprendido entre Urabá y el Cabo de la Vela –considerado muy hostil por los españoles- quedó nuevamente convertido en “tierra de nadie”. Entre 1519 y 1524 solo se registraron en estos territorios esporádicas incursiones de empresas comerciales para la caza de esclavos indígenas[14].

Un territorio de nadie

Aparte del hecho del descubrimiento del Mar del Sur, que desvió la atención de los españoles hacia el otro lado del istmo de Panamá, y de la feroz resistencia indígena que se oponía al establecimiento de poblaciones de blancos en el Urabá, especialmente de pueblos Kuna o Tule, otros factores que contribuyeron al prematuro abandono de este territorio fue la fundación de Santa Marta en 1525; las expediciones de Gonzalo Jiménez de Quezada por el rio Magdalena, que lo llevarían hasta el altiplano cundiboyacense; la fundación de Cartagena en 1537 y el descubrimiento de los ricos tesoros zenúes por Pedro y Alonso de Heredia en los valles fértiles de los rios Sinú y San Jorge en el bajo Cauca antioqueño. A estos factores deben añadirse las disputas entre las gobernaciones de Popayán y Cartagena por el territorio de Urabá, particularmente los enfrentamientos entre los gobernadores Jorge Robledo y Pedro de Heredia, enfrentamientos que finalmente ganaría el primero ante las cortes de Cádiz.

La anexión de los golfos del Darién y de Urabá a la gobernación del Cauca terminaría produciendo el abandono y la marginación política de estos territorios y su definitivo distanciamiento del “otro Caribe”, aunque no así en materia comercial. A partir de entonces, y hasta el año de 1905, cuando se anexa al departamento de Antioquia, el “Caribe Urabaense” constituyó un “territorio de nadie”, disputado por españoles, franceses, ingleses, escoceses, norteamericanos, y luego en el periodo republicano, por caucanos, antioqueños, bolivarenses y chocoanos, y, por supuesto, por contrabandistas, narcotraficantes, guerrilleros y paramilitares.   

Un reencuentro necesario

En reencuentro social, económico y cultural de los dos Caribes colombianos es un acontecimiento inevitable y necesario ante el auge que vienen tomando las nuevas fuerzas del mercado nacional e internacional, que buscan otras fronteras de expansión productiva y comercial. La necesidad de Antioquia y el Eje Cafetero de encontrar otras salidas al mar alternativas a las tradicionales ofertas portuarias de Buenaventura, Cartagena, Barranquilla y Santa Marta; la inevitable integración viaria (ferrocarrilera y carretera), eléctrica y gasífera de Colombia y Panamá a través del Darién; la explosión demográfica que desde los años cincuenta del siglo XX viene experimentando la región de Urabá como consecuencia del auge de los cultivos de banano y palma de aceite, que presiona la expansión de la frontera agrícola hacia los ya potrerizados territorios del Darién; la cada vez mayor presencia que viene haciendo el Estado colombiano en el territorio urabaense para controlar el narcotráfico, la guerrilla y las bandas emergentes, que se traduce en mayores inversiones en infraestructura vial y de servicios, y la contratación de la Autopista de las Américas que llegará hasta la línea divisoria del territorio colombiano con Panamá, en Palo de Letras, son factores que contribuyen a forzar un reencuentro del Caribe urabaense y el Caribe costeño como una sola región geográfica, unida por lazos históricos, sociales, económicos y culturales, con intereses comunes geoestratégicos presentes y futuros y con una visión integradora frente a los retos de la internacionalización de los mercados.

Cartagena, Octubre 25 de 2010.


BIBLIOGRAFÍA

FRIEDE, Juan (1979). El Adelantado don Gonzalo Jiménez de Quezada: 1509-1579. Carlos Valencia Editores, Bogotá.

JARAMILLO, Samuel, CUERVO, Luis (1987). La evolución de la dinámica espacial en Colombia. Ensayos. Universidad de los Andes. CEDE. Serie Estudios No. 1, Bogotá.

KEEP CORREA, Fernando. Monografía de Urabá. 2ª edición. Turbo, s.e.,  2009

LANGEBAEK, Carl Henrik (s.f). Mercados, poblamiento e integración étnica entre los Muiscas. Siglo XVI”. Banco de la República, Bogotá.

OSORIO GÓMEZ, Jairo. Los pueblos itinerantes de Urabá. La historia de las exclusiones. Universidad Internacional de Andalucía. La Rábida (España), 2006. (Tesis de grado)

REICHEL-DOLMATOFF, Gerardo (1989). Colombia Indígena. Periodo prehispánico. Enc. Nueva Historia de Colombia. Editorial Planeta, Bogotá.
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ROLDÁN VÁSQUEZ, Andrea. Modelamiento del patrón de circulación de la bahía Colombia, Golfo Urabá. Implicaciones para el transporte de sedimentos. Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, 2008.

SIMON, Fray Pedro (1981). Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales, Tomo V, Banco Popular. Bogotá.




[1] A la fecha se encuentra en pavimentación 12 kilómetros del trayecto El Tres (Turbo)-San Pedro de Urabá, de un total de 58 kilómetros, quedando por definir el tramo hasta el municipio de Valencia (Córdoba). Recientemente el Gobernador de Antioquia inauguró un puente de 64 metros de longitud, que demandó una inversión total por parte del departamento de $ 941.256.220, para beneficiar  2 mil personas de las veredas Calle Larga, Filo de San José, Filo Villa Fátima, El Tigre, Camarón, Boca Tapada y San Juancito.    

[2] Antes de la construcción de esta transversal, la única vía carretera que unía la península de la Guajira con el resto de la región Caribe y el interior del país era la carretera nacional Riohacha-Cuestecitas-Valledupar-Bosconia.   
[3] Este golfo y, en especial, la Bahía de Colombia, pueden ser tratados como estuarios ya que son influenciados por procesos de marea y por el flujo de agua dulce desde ríos tributarios. Por definición, un estuario es un cuerpo de agua costero semiconfinado que tiene una conexión abierta con el mar y dentro del cual, el agua de mar es diluida con agua dulce derivada del drenaje terrestre (Pritchard, 1967). Los rios Atrato y León aportan al golfo grandes cantidades de sedimentos, lo que limita la navegación por sus aguas debido al poco calado.

[5] De hecho, el golfo de Urabá se considera como la zona norte de la Llanura del Pacífico, la cual tiene un total de 83.170 km2. Con excepción de Urabá, la llanura del pacífico es poco apta para la agricultura, aunque consta con una gran variedad de especies de animales y vegetales. En ella se encuentra al Chocó Biopacífico, segunda reserva natural más importante del planeta según el Fondo Mundial del Medio Ambiente, pues su concentración de biodiversidad por hectárea supera la de la Amazonía. Comprende territorios de los departamentos de Nariño, Cauca, Valle del Cauca y Chocó. (f. Wikipedia).

[6] El tramo que las barcazas deben recorrer dentro de la bahía presenta altas tasas de sedimentación debido a la alta carga de sedimentos que transporta el río León. Esto dificulta las operaciones de transporte del banano por lo que las empresas que realizan el transporte tienen que realizar dragados periódicos para mantener un canal que permita el desplazamiento de las barcazas y para mantener una zona de fondeo apropiada para los barcos.
[7] En 1508, Ojeda había capitulado con la Corona española los territorios abandonados por Rodrigo de  Bastidas años antes, a los que llamó Nueva Andalucía, siendo su primer gobernador.
[8] Friede, Juan. La conquista del territorio y el poblamiento. Nueva Historia de Colombia. Editorial Planeta, Bogotá, 1989, pág. 71.

[9] Velandia, Roberto. Descubridores del continente. Enciclopedia THEMA. Editorial Printer Colombiana Ltda.. Bogotá, sf. pág. 2.
[10] Ibídem, pág. 3
[11] Ibíd.
[12] El descubrimiento del Mar del Sur permitió a los europeos confirmar la redondez de la tierra; la real dimensión del nuevo continente descubierto y abrió el camino para la conquista del Perú.
[13] Friede, Juan. op. cit, pág. 73
[14] Estas empresas fueron creadas desde el inicio mismo del proceso conquistador debido a la escasez de mano de obra indígena en las islas antillanas para trabajar en los yacimientos auríferos y argentíferos, y mas tarde, en las plantaciones cañeras y hatos ganaderos de esta región insular americana.
Los sures del Caribe colombiano

Ponencia de Bernardo Ramírez del Valle en el Foro “Los Sures del Caribe colombiano” realizado en San Alberto (Cesar) el viernes 18 de diciembre de 2009 en el marco de la celebración del 42 aniversario de creación del Departamento del Cesar.

De entrada debemos reconocer que un primer problema a resolver cuando se aborda el estudio de los sures de nuestra región Caribe, es la dificultad que encontramos para delimitar toponímicamente el tema, pues existen diversas cosmovisiones históricas y sociológicas, e incluso jurídicas, de carácter regional y local sobre lo que debemos entender por esta ubicación geográfica. Por ejemplo, los sucreños no llaman al sur de su departamento ‘sur de Sucre’ sino Mojana; los cesarenses no consideran a Tamalameque como un municipio del sur de su departamento sino de la zona centro, así se encuentre ubicado mucho más al sur de Santa Bárbara de Pinto y de El Banco que son municipios igualmente ubicados sobre la ribera oriental del rio Magdalena pero considerados por los magdalenenses como parte de su territorio sureño. ¿Y qué decir de los bolivarenses que históricamente hemos considerado a los municipios de Magangué y a los de la isla de Mompós como del “Sur de Bolívar” cuando realmente se encuentran ubicados no solamente en el ombligo del mismo sino también en la zona central de la región Caribe?

De todas maneras, desde una perspectiva estrictamente académica, creo que una forma de resolver provisionalmente este problema es respetar esas cosmovisiones y dejar a un lado la precisión geográfica.

En este sentido debemos decir que si bien el territorio de la región Caribe colombiana respecto del interior del país puede comenzar por cualquiera de los sures de nuestros departamentos, San Alberto (Cesar) constituye el punto más estratégico de nuestra geografía, no sólo por constituir el sitio de convergencia de los departamentos del Cesar, con Norte de Santander, Santander, Boyacá y Antioquia, sino por ser, en la práctica, el más importante ‘municipio-puente’ que une al interior de Colombia con su región nórdica. De allí que consideremos que tiene razón el Gobernador Cristian Moreno y todos los cesarenses al considerar a San Alberto como la gran puerta de la Región Caribe colombiana porque es por este municipio por donde entra y sale hacia los puertos caribeños el grueso de la producción exportable e importable del interior del país. 

Podría alegarse en contrario que los municipios de Cantagallo y San Jacinto del Cauca, ubicados respectivamente en los extremos sur magdalenense y sur caucano del Departamento de Bolívar también constituyen portones de tránsito geoeconómico y social del Caribe, al igual que el municipio de Planeta Rica en Córdoba. Pero en realidad, la importancia de los aportes de estos municipios al comercio y al transporte de carga y de personas, no puede ser comparada con la de San Alberto (Cesar), que es el municipio donde confluye el ramal de la Troncal de Oriente, que proviene de Bucaramanga, con la Troncal del Magdalena Medio, que proviene de Bogotá, Melgar, La Dorada, (que en adelante llamaremos “Ruta del Sol”) y la Transversal del Petróleo (como debería llamarse la carretera Barrancabermeja-Bucaramanga). A propósito, en adelante la Troncal de Oriente quedará reducida sólo al trayecto Bogotá-Tunja-Bucaramanga-Cúcuta, pues el tramo Bucaramanga-San Alberto-Barrancabermeja (que hemos llamado Transversal del Petróleo) no es propiamente una vía troncal sino transversal, que debido a la construcción del puente a Yondó sobre el rio Magdalena, de muy poca utilidad actualmente, debe continuarse hacia el sur hasta Puerto Berrío para empalmarla con la Transversal de la Paz que nos comunica con Medellín. De San Alberto (Cesar) hasta la Ye de Ciénaga (Magdalena) esta vía hace parte de la llamada “Ruta del Sol” que de paso le cambia el nombre a la hasta ahora llamada “Troncal del Magdalena Medio” que nos comunica con la capital de la república.

Pues bien, resulta que la Ruta del Sol constituirá el corredor carreteable más importante del país y si bien es cierto que sus beneficiarios directos serán Bogotá y las ciudades del eje cafetero, pues recortarán en más de 8 horas el recorrido del transporte de su producción industrial hacia los puertos del Mar Caribe, no podemos desconocer que 600 kilómetros de esta vía corresponden a nuestro territorio, para fortuna y beneficio directo de nuestros hermanos cesarenses y magdalenenses. Ojalá así sea, porque nos da espina el hecho de que el martes 15 de diciembre del 2009 se haya declarado desierta la licitación para adjudicar precisamente el tercer tramo de esta vía, que por pura casualidad es el que corresponde al Caribe colombiano. Como diría la canción de Henri Fiol, ¡mala suerte es…!

Y resaltamos precisamente esta magna obra porque esta vía desde su inicial construcción en los años cincuenta del siglo XX, marcó la diferencia entre los distintos sures del Caribe colombiano, que hemos clasificado en “sur en vía de desarrollo”, “sur subdesarrollado” y “sur sin desarrollo”.

Si bien en estos tres sures el común denominador es la pobreza, es evidente que desde el punto de vista de los recursos económicos y especialmente de la infraestructura instalada, el primero es más próspero que el segundo y éste que el tercero, encontrándonos que una de las principales causas de esa desigualdad se encuentra relacionada con la infraestructura vial y de servicios.  

El sur en vía de desarrollo

Es el sur cesarense, conformado por los  municipios de Aguachica, San Alberto, San Martín, Río de Oro, Gamarra, Pelaya y González, cuya población tiene una fuerte influencia santandereana, no solamente en lo cultural, sino, ante todo, en lo comercial. Es un sur relativamente próspero, predominantemente ganadero y agrícola. La riqueza de sus suelos le genera grandes condiciones para la agricultura y la ganadería. Sus tierras bañadas por numerosos ríos y cañadas afluentes del Magdalena son planas, con pendientes menores a 3% irrigadas por una precipitación promedio de 2.000 a 4.000 mm de lluvia al año que le otorga ventajas competitivas para la producción agrícola y ganadera. Aguachica es el principal centro poblado de esta zona, con una gran actividad comercial constituyendo también el epicentro de buena parte de los municipios del cono sur de Bolívar. En cambio, San Alberto tiene la mayor cantidad de hectáreas dedicadas al cultivo de la palma africana y San Martín posee el segundo hato ganadero más grande del departamento y uno de los más importantes de la región Caribe.

Este sur que hemos denominado “en vía de desarrollo”, ha recibido los  mayores beneficios de la Troncal de Oriente, que lo recorre longitudinalmente y lo pone en unas pocas horas en Cúcuta, Bucaramanga, Barrancabermeja y Bogotá. Comprendido entre el corredor carbonífero del centro del Cesar y el corredor petrolero santandereano y entre las tierras fértiles del valle oriental del rio Magdalena y las faldas de la Serranía de los Motilones, es el territorio más poblado de todos los sures del Caribe colombiano. Un sur las 24 horas del día comunicado con el resto del país. Además de la Troncal de Oriente, este sur se beneficia por la Transversal del Petróleo que comunica a Barrancabermeja con Bucaramanga) y la Transversal de la Palma que comunica a Puerto Wilches (Santander) con la Ruta del Sol por El Quince.

Veamos ahora qué pasa con el ”sur subdesarrollado”.

El Sur Subdesarrollado

A diferencia del primero, el sur subdesarrollado es pobre y aislado. Lo conforman los municipios del cono sur magdalenense del departamento de Bolívar (desde Cantagallo hasta Magangué y Mompós), no obstante que éstos últimos no sean percibidos como propiamente sureños pues, como dijimos, se ubican en el ombligo o centro geográfico de nuestro departamento. Asimismo, debemos ubicar en esta zona a los municipios sureños del departamento del Magdalena, desde El Banco a Santa Bárbara de Pinto, ubicados en el brazo de Mompós del rio de la patria.

Es un sur predominantemente riano, en su mayor parte distante y separado de las vías carreteras continentales, atrapado en medio de una paradojal trampa hidro-orográfica conformada por el rio Cimitarra, al sur, el rio Magdalena al oriente, y por la todavía virgen e inexplorada Serranía de San Lucas, al occidente. Un sur sin troncales ni transversales, escasamente dotado de carreteras destapadas y en mal estado. Un sur sitiado por las aguas de la gran depresión momposina, que sólo permiten el transporte fluvial de carga y pasajeros, con grandes riesgos de naufragio, unas 10 horas del día.

Un sur primitivo, agropecuario y minero, con una agricultura lícita de subsistencia e ilícita basada en el cultivo de la mata de coca. En los últimos diez años ha desarrollado cultivos de palma de aceite, especialmente en los municipios de Cantagallo, San Pablo y Regidor. Un sur de pequeña ganadería y de pesca de subsistencia, cuyo comercio gira en derredor de Aguachica y Barrancabermeja y en menor proporción de El Banco (Magdalena),  Magangué y Mompós (Bolívar).

El Sur sin desarrollo

Es el sur caucano bolivarense y sucreño, el sur mojanero, conformado por los municipios de San Jacinto del Cauca, Montecristo y Achí, en Bolívar, y Guaranda, Majagual y Sucre en Sucre, al que debemos agregar el municipio de San Benito de Abab (Sucre), sobre el rio San Jorge. Un sur escasamente poblado. En el predomina lo aldeano sobre lo urbano, con el 65% de sus necesidades básicas insatisfechas, sin troncales ni transversales, sin conexión permanente con los centros urbanos más cercanos como Caucasia (Antioquia) y Magangué (Bolívar) ubicados a cuatro horas de viaje en chalupa rio arriba y rio abajo de Guaranda, su ombligo geográfico. Es el sur donde predicó el Cura Pérez y nació el ELN; la subregión de la Mojana, donde habita el hombre hicotea de Orlando Fals Borda y donde mataron al Santiago Nassar de Gabo, en la crónica de una muerte anunciada.

No es otro sur distinto a la propia Mojana, inmensa despensa de agua y tierras productivas desaprovechadas, donde la población extrae este líquido  directamente del rio, sin mucho tratamiento, contaminado de mercurio que proviene de las explotaciones auríferas de los ríos Nechí y Cauca, y de excretas humanas y  residuos tóxicos industriales producidos por las ciudades de Cali, Pereira y Medellín, entre otras.

En resumen, son éstos los tres sures del Caribe colombiano, muy distantes de las capitales departamentales, despreciados y marginados por éstas, de muy difícil acceso, fragmentados en su configuración geográfica, social y económica y en donde –para parangonar a Hegel–, el poco desarrollo se ha expandido muy lentamente, de oriente a occidente, como la luz del sol.

Deseos autonómicos

Políticamente, estos tres sures siempre han reclamado de Bogotá y de las capitales de sus respectivos departamentos una mayor atención en materia de inversión pública para su desarrollo, sin que hayan obtenido una respuesta adecuada. Las pocas obras de infraestructura que han logrado conseguir fueron el resultado de un largo proceso de protesta social contra el olvido del Estado nacional y departamental, que se tradujo en las masivas marchas campesinas  de los años 80 y 90 del siglo anterior, que se tomaron repetidamente el centro histórico de la emblemática ciudad de Cartagena y bloquearon la Troncal del Magdalena Medio, interrumpiendo el flujo de las exportaciones de la región andina hacia los puertos del mar Caribe. De resto poco y nada.

Un sur que avergonzó por años a las élites políticas y económicas de Cartagena, Santa Marta, Valledupar y Sincelejo, que sólo se acuerdan de él en épocas de elecciones para ir a pedirle los votos.

Por eso, estos tres sures del Caribe colombiano han vivido anhelando su independencia política de los departamentos de Bolívar, Magdalena, Cesar y Sucre en una espiral histórica precedida por la creación en 1952 del departamento de Córdoba, que junto con Sucre constituía el territorio sur del departamento de Bolívar, y en 1966 por la segregación de éste último departamento. Cuarenta años antes, Bolívar había perdido la parte norte de su territorio al crearse en 1911 el departamento del Atlántico.

En 1967, un  año después de creado el departamento de Sucre, el territorio del departamento del Magdalena nuevamente se cercena en dos mitades, una de las cuales, la oriental, dio nacimiento al departamento del Cesar, que hoy conmemora sus 42 años de existencia. Igual que Bolívar, el departamento del Magdalena perdió a comienzos del siglo XX el territorio de la Guajira, que se convirtió en comisaría en 1911 y luego en departamento el 1° de julio de 1965.

Pero esta seguidilla de segregaciones territoriales quedó interrumpida a partir del decenio de los años setenta del siglo XX cuando fracasaron una tras otras nuevas iniciativas para crear nuevos departamentos en el Caribe colombiano, esta vez con los territorios sureños del Magdalena, Bolívar y Cesar y el de otros departamentos como Santander y Antioquia. Propuestas como la creación del Departamento del Río impulsada en los años setenta por el entonces Senador Miguel Faciolince López; la Comisaría del Sur de Bolívar que impulsamos en los años ochenta en la administración del gobernador Guillermo Paniza Ricardo; el Departamento de Mompox propuesto por Orlando Fals Borda en su “Historia doble de la Costa”, el departamento del Magdalena Medio sugerido durante las marchas campesinas de los noventa y ahora el departamento de la Depresión Momposina, han encontrado diversos inconvenientes que van desde la resistencia política parlamentaria por la eventual pérdida de feudos electorales cautivos y de los gobernadores de los departamentos a cercenar que se resisten a perder  importantes territorios ricos en recursos naturales y fiscales como es el caso de Santander respecto a Barrancabermeja; el aumento de requisitos poblacionales y económicos establecidos legalmente, hasta la inconveniencia fiscal por el aumento en el gasto público que supone el funcionamiento de nuevas entidades territoriales.

Pero cualquiera que sea la respuesta institucional que se de al abandono de nuestra frontera sur caribeña, la solución al problema de su aislamiento geoeconómico y social, especialmente de los sures subdesarrollado y sin desarrollo, pasa por la ejecución de un plan vial que les permitan su completa conectividad terrestre a la Ruta del Sol, la Transversal del Petróleo y la Troncal de Occidente.

En el caso del sur subdesarrollado, este propósito se alcanzaría cuando se logre conectar por carretera a los municipios de Simití, Santa Rosa del Sur, San Pablo y Cantagallo al puente de Yondó; cuando se termine de construir y pavimente la vía transversal Arenal del Sur - las Palmas – Morales – Puerto Bolívar, que podríamos llamar “Transversal del Morales”, que permita a esa zona salir a la Ruta del Sol por Aguachica; y cuando se construyan las transversales de la Mojana y la Depresión Momposina. En el caso del sur sin desarrollo, la solución estaría en construir la Vía Marginal del Cauca para conectar a Caucasia con San Jacinto del Cauca, Guaranda, Achí, Majagual y Magangué, la cual funcionaría como un jarillón regulador de las inundaciones.

Dígase lo que se quiera decir, contar con una conectividad terrestre arterial y vascular de manera ininterrumpida y eficiente, como la que se propone, constituye la más importante estrategia para reivindicar el desarrollo de estos dos olvidados sures del Caribe colombiano. Lo demás viene por añadidura. Complementariamente se debe convertir los sures del Caribe en ‘territorios digitales’ para resolver el problema de las grandes distancias y la incomunicación que separan las capitales norteñas de los departamentos caribeños con sus lejanos municipios sureños. Y finalmente se debe resolver el problema de las inundaciones del Magdalena y del Cauca que arrasan periódicamente las viviendas, los cultivos y los semovientes de miles de familias ribereñas a las que a manera de un recurrente y visceral  suplicio de Tándalo todos los años estos ríos le arrebatan sus escasas pertenencias.

A propósito de esta tragedia, permítaseme terminar mi intervención evocando una bella estrofa de la canción “El Verano” del desaparecido compositor cesarense Alejo Durán, que nos recuerda que en temporadas de sequía como ésta que estamos padeciendo…todos los pueblos del río Magdalena están deseando/ viven deseando/ que se repita este fuerte verano/ para ver si no se aniegan. Pero esto no puede seguir así/ porque entonces no se puede sembrar/ si este verano vuelve a repetir/ quien sabe a donde iremos a parar.

San Alberto (Cesar), 18 de Diciembre de 2009