Los sures del Caribe colombiano
Ponencia de Bernardo Ramírez del Valle en el Foro “Los Sures del Caribe colombiano” realizado en San Alberto (Cesar) el viernes 18 de diciembre de 2009 en el marco de la celebración del 42 aniversario de creación del Departamento del Cesar.
De entrada debemos reconocer que un primer problema a resolver cuando se aborda el estudio de los sures de nuestra región Caribe, es la dificultad que encontramos para delimitar toponímicamente el tema, pues existen diversas cosmovisiones históricas y sociológicas, e incluso jurídicas, de carácter regional y local sobre lo que debemos entender por esta ubicación geográfica. Por ejemplo, los sucreños no llaman al sur de su departamento ‘sur de Sucre’ sino Mojana; los cesarenses no consideran a Tamalameque como un municipio del sur de su departamento sino de la zona centro, así se encuentre ubicado mucho más al sur de Santa Bárbara de Pinto y de El Banco que son municipios igualmente ubicados sobre la ribera oriental del rio Magdalena pero considerados por los magdalenenses como parte de su territorio sureño. ¿Y qué decir de los bolivarenses que históricamente hemos considerado a los municipios de Magangué y a los de la isla de Mompós como del “Sur de Bolívar” cuando realmente se encuentran ubicados no solamente en el ombligo del mismo sino también en la zona central de la región Caribe?
De todas maneras, desde una perspectiva estrictamente académica, creo que una forma de resolver provisionalmente este problema es respetar esas cosmovisiones y dejar a un lado la precisión geográfica.
En este sentido debemos decir que si bien el territorio de la región Caribe colombiana respecto del interior del país puede comenzar por cualquiera de los sures de nuestros departamentos, San Alberto (Cesar) constituye el punto más estratégico de nuestra geografía, no sólo por constituir el sitio de convergencia de los departamentos del Cesar, con Norte de Santander, Santander, Boyacá y Antioquia, sino por ser, en la práctica, el más importante ‘municipio-puente’ que une al interior de Colombia con su región nórdica. De allí que consideremos que tiene razón el Gobernador Cristian Moreno y todos los cesarenses al considerar a San Alberto como la gran puerta de la Región Caribe colombiana porque es por este municipio por donde entra y sale hacia los puertos caribeños el grueso de la producción exportable e importable del interior del país.
Podría alegarse en contrario que los municipios de Cantagallo y San Jacinto del Cauca, ubicados respectivamente en los extremos sur magdalenense y sur caucano del Departamento de Bolívar también constituyen portones de tránsito geoeconómico y social del Caribe, al igual que el municipio de Planeta Rica en Córdoba. Pero en realidad, la importancia de los aportes de estos municipios al comercio y al transporte de carga y de personas, no puede ser comparada con la de San Alberto (Cesar), que es el municipio donde confluye el ramal de la Troncal de Oriente, que proviene de Bucaramanga, con la Troncal del Magdalena Medio, que proviene de Bogotá, Melgar, La Dorada, (que en adelante llamaremos “Ruta del Sol”) y la Transversal del Petróleo (como debería llamarse la carretera Barrancabermeja-Bucaramanga). A propósito, en adelante la Troncal de Oriente quedará reducida sólo al trayecto Bogotá-Tunja-Bucaramanga-Cúcuta, pues el tramo Bucaramanga-San Alberto-Barrancabermeja (que hemos llamado Transversal del Petróleo) no es propiamente una vía troncal sino transversal, que debido a la construcción del puente a Yondó sobre el rio Magdalena, de muy poca utilidad actualmente, debe continuarse hacia el sur hasta Puerto Berrío para empalmarla con la Transversal de la Paz que nos comunica con Medellín. De San Alberto (Cesar) hasta la Ye de Ciénaga (Magdalena) esta vía hace parte de la llamada “Ruta del Sol” que de paso le cambia el nombre a la hasta ahora llamada “Troncal del Magdalena Medio” que nos comunica con la capital de la república.
Pues bien, resulta que la Ruta del Sol constituirá el corredor carreteable más importante del país y si bien es cierto que sus beneficiarios directos serán Bogotá y las ciudades del eje cafetero, pues recortarán en más de 8 horas el recorrido del transporte de su producción industrial hacia los puertos del Mar Caribe, no podemos desconocer que 600 kilómetros de esta vía corresponden a nuestro territorio, para fortuna y beneficio directo de nuestros hermanos cesarenses y magdalenenses. Ojalá así sea, porque nos da espina el hecho de que el martes 15 de diciembre del 2009 se haya declarado desierta la licitación para adjudicar precisamente el tercer tramo de esta vía, que por pura casualidad es el que corresponde al Caribe colombiano. Como diría la canción de Henri Fiol, ¡mala suerte es…!
Y resaltamos precisamente esta magna obra porque esta vía desde su inicial construcción en los años cincuenta del siglo XX, marcó la diferencia entre los distintos sures del Caribe colombiano, que hemos clasificado en “sur en vía de desarrollo”, “sur subdesarrollado” y “sur sin desarrollo”.
Si bien en estos tres sures el común denominador es la pobreza, es evidente que desde el punto de vista de los recursos económicos y especialmente de la infraestructura instalada, el primero es más próspero que el segundo y éste que el tercero, encontrándonos que una de las principales causas de esa desigualdad se encuentra relacionada con la infraestructura vial y de servicios.
El sur en vía de desarrollo
Es el sur cesarense, conformado por los municipios de Aguachica, San Alberto, San Martín, Río de Oro, Gamarra, Pelaya y González, cuya población tiene una fuerte influencia santandereana, no solamente en lo cultural, sino, ante todo, en lo comercial. Es un sur relativamente próspero, predominantemente ganadero y agrícola. La riqueza de sus suelos le genera grandes condiciones para la agricultura y la ganadería. Sus tierras bañadas por numerosos ríos y cañadas afluentes del Magdalena son planas, con pendientes menores a 3% irrigadas por una precipitación promedio de 2.000 a 4.000 mm de lluvia al año que le otorga ventajas competitivas para la producción agrícola y ganadera. Aguachica es el principal centro poblado de esta zona, con una gran actividad comercial constituyendo también el epicentro de buena parte de los municipios del cono sur de Bolívar. En cambio, San Alberto tiene la mayor cantidad de hectáreas dedicadas al cultivo de la palma africana y San Martín posee el segundo hato ganadero más grande del departamento y uno de los más importantes de la región Caribe.
Este sur que hemos denominado “en vía de desarrollo”, ha recibido los mayores beneficios de la Troncal de Oriente, que lo recorre longitudinalmente y lo pone en unas pocas horas en Cúcuta, Bucaramanga, Barrancabermeja y Bogotá. Comprendido entre el corredor carbonífero del centro del Cesar y el corredor petrolero santandereano y entre las tierras fértiles del valle oriental del rio Magdalena y las faldas de la Serranía de los Motilones, es el territorio más poblado de todos los sures del Caribe colombiano. Un sur las 24 horas del día comunicado con el resto del país. Además de la Troncal de Oriente, este sur se beneficia por la Transversal del Petróleo que comunica a Barrancabermeja con Bucaramanga) y la Transversal de la Palma que comunica a Puerto Wilches (Santander) con la Ruta del Sol por El Quince.
Veamos ahora qué pasa con el ”sur subdesarrollado”.
El Sur Subdesarrollado
A diferencia del primero, el sur subdesarrollado es pobre y aislado. Lo conforman los municipios del cono sur magdalenense del departamento de Bolívar (desde Cantagallo hasta Magangué y Mompós), no obstante que éstos últimos no sean percibidos como propiamente sureños pues, como dijimos, se ubican en el ombligo o centro geográfico de nuestro departamento. Asimismo, debemos ubicar en esta zona a los municipios sureños del departamento del Magdalena, desde El Banco a Santa Bárbara de Pinto, ubicados en el brazo de Mompós del rio de la patria.
Es un sur predominantemente riano, en su mayor parte distante y separado de las vías carreteras continentales, atrapado en medio de una paradojal trampa hidro-orográfica conformada por el rio Cimitarra, al sur, el rio Magdalena al oriente, y por la todavía virgen e inexplorada Serranía de San Lucas, al occidente. Un sur sin troncales ni transversales, escasamente dotado de carreteras destapadas y en mal estado. Un sur sitiado por las aguas de la gran depresión momposina, que sólo permiten el transporte fluvial de carga y pasajeros, con grandes riesgos de naufragio, unas 10 horas del día.
Un sur primitivo, agropecuario y minero, con una agricultura lícita de subsistencia e ilícita basada en el cultivo de la mata de coca. En los últimos diez años ha desarrollado cultivos de palma de aceite, especialmente en los municipios de Cantagallo, San Pablo y Regidor. Un sur de pequeña ganadería y de pesca de subsistencia, cuyo comercio gira en derredor de Aguachica y Barrancabermeja y en menor proporción de El Banco (Magdalena), Magangué y Mompós (Bolívar).
El Sur sin desarrollo
Es el sur caucano bolivarense y sucreño, el sur mojanero, conformado por los municipios de San Jacinto del Cauca, Montecristo y Achí, en Bolívar, y Guaranda, Majagual y Sucre en Sucre, al que debemos agregar el municipio de San Benito de Abab (Sucre), sobre el rio San Jorge. Un sur escasamente poblado. En el predomina lo aldeano sobre lo urbano, con el 65% de sus necesidades básicas insatisfechas, sin troncales ni transversales, sin conexión permanente con los centros urbanos más cercanos como Caucasia (Antioquia) y Magangué (Bolívar) ubicados a cuatro horas de viaje en chalupa rio arriba y rio abajo de Guaranda, su ombligo geográfico. Es el sur donde predicó el Cura Pérez y nació el ELN; la subregión de la Mojana, donde habita el hombre hicotea de Orlando Fals Borda y donde mataron al Santiago Nassar de Gabo, en la crónica de una muerte anunciada.
No es otro sur distinto a la propia Mojana, inmensa despensa de agua y tierras productivas desaprovechadas, donde la población extrae este líquido directamente del rio, sin mucho tratamiento, contaminado de mercurio que proviene de las explotaciones auríferas de los ríos Nechí y Cauca, y de excretas humanas y residuos tóxicos industriales producidos por las ciudades de Cali, Pereira y Medellín, entre otras.
En resumen, son éstos los tres sures del Caribe colombiano, muy distantes de las capitales departamentales, despreciados y marginados por éstas, de muy difícil acceso, fragmentados en su configuración geográfica, social y económica y en donde –para parangonar a Hegel–, el poco desarrollo se ha expandido muy lentamente, de oriente a occidente, como la luz del sol.
Deseos autonómicos
Políticamente, estos tres sures siempre han reclamado de Bogotá y de las capitales de sus respectivos departamentos una mayor atención en materia de inversión pública para su desarrollo, sin que hayan obtenido una respuesta adecuada. Las pocas obras de infraestructura que han logrado conseguir fueron el resultado de un largo proceso de protesta social contra el olvido del Estado nacional y departamental, que se tradujo en las masivas marchas campesinas de los años 80 y 90 del siglo anterior, que se tomaron repetidamente el centro histórico de la emblemática ciudad de Cartagena y bloquearon la Troncal del Magdalena Medio, interrumpiendo el flujo de las exportaciones de la región andina hacia los puertos del mar Caribe. De resto poco y nada.
Un sur que avergonzó por años a las élites políticas y económicas de Cartagena, Santa Marta, Valledupar y Sincelejo, que sólo se acuerdan de él en épocas de elecciones para ir a pedirle los votos.
Por eso, estos tres sures del Caribe colombiano han vivido anhelando su independencia política de los departamentos de Bolívar, Magdalena, Cesar y Sucre en una espiral histórica precedida por la creación en 1952 del departamento de Córdoba, que junto con Sucre constituía el territorio sur del departamento de Bolívar, y en 1966 por la segregación de éste último departamento. Cuarenta años antes, Bolívar había perdido la parte norte de su territorio al crearse en 1911 el departamento del Atlántico.
En 1967, un año después de creado el departamento de Sucre, el territorio del departamento del Magdalena nuevamente se cercena en dos mitades, una de las cuales, la oriental, dio nacimiento al departamento del Cesar, que hoy conmemora sus 42 años de existencia. Igual que Bolívar, el departamento del Magdalena perdió a comienzos del siglo XX el territorio de la Guajira , que se convirtió en comisaría en 1911 y luego en departamento el 1° de julio de 1965.
Pero esta seguidilla de segregaciones territoriales quedó interrumpida a partir del decenio de los años setenta del siglo XX cuando fracasaron una tras otras nuevas iniciativas para crear nuevos departamentos en el Caribe colombiano, esta vez con los territorios sureños del Magdalena, Bolívar y Cesar y el de otros departamentos como Santander y Antioquia. Propuestas como la creación del Departamento del Río impulsada en los años setenta por el entonces Senador Miguel Faciolince López; la Comisaría del Sur de Bolívar que impulsamos en los años ochenta en la administración del gobernador Guillermo Paniza Ricardo; el Departamento de Mompox propuesto por Orlando Fals Borda en su “Historia doble de la Costa ”, el departamento del Magdalena Medio sugerido durante las marchas campesinas de los noventa y ahora el departamento de la Depresión Momposina , han encontrado diversos inconvenientes que van desde la resistencia política parlamentaria por la eventual pérdida de feudos electorales cautivos y de los gobernadores de los departamentos a cercenar que se resisten a perder importantes territorios ricos en recursos naturales y fiscales como es el caso de Santander respecto a Barrancabermeja; el aumento de requisitos poblacionales y económicos establecidos legalmente, hasta la inconveniencia fiscal por el aumento en el gasto público que supone el funcionamiento de nuevas entidades territoriales.
Pero cualquiera que sea la respuesta institucional que se de al abandono de nuestra frontera sur caribeña, la solución al problema de su aislamiento geoeconómico y social, especialmente de los sures subdesarrollado y sin desarrollo, pasa por la ejecución de un plan vial que les permitan su completa conectividad terrestre a la Ruta del Sol, la Transversal del Petróleo y la Troncal de Occidente.
En el caso del sur subdesarrollado, este propósito se alcanzaría cuando se logre conectar por carretera a los municipios de Simití, Santa Rosa del Sur, San Pablo y Cantagallo al puente de Yondó; cuando se termine de construir y pavimente la vía transversal Arenal del Sur - las Palmas – Morales – Puerto Bolívar, que podríamos llamar “Transversal del Morales”, que permita a esa zona salir a la Ruta del Sol por Aguachica; y cuando se construyan las transversales de la Mojana y la Depresión Momposina. En el caso del sur sin desarrollo, la solución estaría en construir la Vía Marginal del Cauca para conectar a Caucasia con San Jacinto del Cauca, Guaranda, Achí, Majagual y Magangué, la cual funcionaría como un jarillón regulador de las inundaciones.
Dígase lo que se quiera decir, contar con una conectividad terrestre arterial y vascular de manera ininterrumpida y eficiente, como la que se propone, constituye la más importante estrategia para reivindicar el desarrollo de estos dos olvidados sures del Caribe colombiano. Lo demás viene por añadidura. Complementariamente se debe convertir los sures del Caribe en ‘territorios digitales’ para resolver el problema de las grandes distancias y la incomunicación que separan las capitales norteñas de los departamentos caribeños con sus lejanos municipios sureños. Y finalmente se debe resolver el problema de las inundaciones del Magdalena y del Cauca que arrasan periódicamente las viviendas, los cultivos y los semovientes de miles de familias ribereñas a las que a manera de un recurrente y visceral suplicio de Tándalo todos los años estos ríos le arrebatan sus escasas pertenencias.
A propósito de esta tragedia, permítaseme terminar mi intervención evocando una bella estrofa de la canción “El Verano” del desaparecido compositor cesarense Alejo Durán, que nos recuerda que en temporadas de sequía como ésta que estamos padeciendo…todos los pueblos del río Magdalena están deseando/ viven deseando/ que se repita este fuerte verano/ para ver si no se aniegan. Pero esto no puede seguir así/ porque entonces no se puede sembrar/ si este verano vuelve a repetir/ quien sabe a donde iremos a parar.
San Alberto (Cesar), 18 de Diciembre de 2009
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